La destrucción de Líbano: un crimen y un
error
Por Eliseo
Bayo
El
mundo asiste impotente a la metódica destrucción de Líbano. Centenares de
muertos, más de un millón de desplazados y las principales infraestructuras del
país aniquiladas por el ejército israelí, con clara violación de la ley
internacional, anuncian la escalada de un conflicto con el que un puñado de
fanáticos dirigentes pretende incendiar el Planeta.
Fuentes de Inteligencia que manejan los
países occidentales no se recatan en informar que detrás del escenario del
ataque de Israel contra el Líbano se desarrolla una muy peculiar guerra que
enfrenta ferozmente a los servicios secretos de las principales potencias. El
conflicto es global. Literalmente se lucha por lograr el dominio del mundo, pero
los competidores son más numerosos que los que lo hicieron en las guerras
imperialistas del siglo XIX. Los mismos y unos cuantos más.
El escenario principal del conflicto es
Eurasia, territorio del que forma parte el llamado Oriente Medio. Antiguas
colonias o territorios colonizados o subyugados, como India, China, Corea y
Japón, han conseguido el liderazgo y aspiran a la hegemonía. Conocen
profundamente los errores, los vicios ocultos y las debilidades de Occidente.
Rusia ha recuperado su papel de árbitro entre las primeras potencias. El mundo
anglosajón o más concretamente el conglomerado anglo /norteamericano /canadiense
/australiano /neozelandés está en manos del poder que se concentra en la “milla
cuadrada” de la que han salido todas las guerras habidas y de la que
probablemente saldrá la última, el Armagedón. Morituri te salutant. Todos están
armados con poderosos y secretos instrumentos de destrucción
masiva.
Algunas de las informaciones de Inteligencia
parecen sacadas de una película de acción, pero es sabido que la mayoría de las
veces los guionistas se limitan a dramatizar, casi al pie de la letra, lo que
ocurrió en la realidad aunque el público no se enterara. No es nuevo. El Gran
Juego imperialista del siglo XIX se hizo a espalda del gran público, dejando las
acciones en manos de lo que se llamó la “diplomacia secreta”. Todas aquellas
conspiraciones a varias bandas, con tres emperadores dirigiendo la orquesta de
la que formaban parte los cancilleres y los ministros de todos los países
implicados, están ahora en los libros de texto que estudian los aspirantes a la
carrera diplomática
Mientras Israel bombardea implacablemente el
Líbano se cuenta en círculos estrechos que una fuerza especial militar
norteamericana, desplazada desde Irak,
habría tomado el control de las instalaciones nucleares israelíes en
Simona, en prevención de que el “incontrolable” ejecutivo israelí pueda hacer
uso de las armas que allí se encuentran. Tal medida fue una consecuencia de la
actitud del presidente chino Hu haciéndole saber a su colega norteamericano que
el bloqueo del Estrecho de Hormuz, como consecuencia de la escalada del
conflicto entre Israel y los países islámicos, sería considerado como “casus
belli” por el pueblo chino. Bush habría hecho saber al presidente chino y a su
colega Putin que estaba dispuesto a “parar a Israel”- impidiéndole la aventura
de usar las armas nucleares- y a obligarle a limitar las acciones en el Líbano.
En ese caso, se permitiría a Israel disponer de fronteras seguras en el Norte.
Se añade a continuación que Israel se ha negado en rotundo a negociar ningún
aspecto que afecte a la mínima toma de decisiones políticas y militares por su
parte. No es nada nuevo, tampoco.
Israel no acepta mediación alguna. Ni
siquiera ha cumplido las ordenanzas de la ONU que le afectan desde la guerra de
los Seis Días.
Israel ha decidido una vez más jugar
unilateralmente su carta imponiendo su decisión a todas las potencias. Una parte
del problema está en saber por qué
la guerra es secreta y por qué algunos principales líderes se pliegan a las
exigencias de los dirigentes israelíes. La opinión pública mundial está
asombrada de la timidez con que se manifiestan los líderes políticos ante
cualquier aventura criminal del Estado de Israel. Los mismos círculos
generalmente bien informados aluden a algo que tampoco es nuevo. Los servicios
secretos israelíes están especializados en conocer los trapos sucios, más bien
repugnantes, de muchos políticos en activo que se ven obligados a mirar hacia
otra parte. El chantaje no sólo afecta a los políticos occidentales, sino a los
propios dirigentes israelíes, como sería el extraño caso de Ehmud Omer que pasó
de corrupto estafador de su propio partido a jefe de gobierno por el mismo
partido. Esta sería una buena película, pero dudo de que haya un guionista que
se atreva a inspirarse en el contenido de esos armarios.
Por lo tanto, dejemos de lado todo esto y
vayamos al género menor (que quizás es el mayor, pues afecta a la
ética)
Debe quedar muy claro que Israel no tiene
derecho alguno a exigir que el mundo se pliegue a sus exigencias, entre las que
figura no sólo la de justificar el ataque a un país vecino sino además la obligación de estar de acuerdo con su
política interior y exterior.
Los dirigentes de Israel han elegido la
estrategia diabólica según la cual no conseguirán la paz ni tendrán fronteras
seguras hasta que hayan sido aniquilados todos sus potenciales enemigos. Esa es
una locura que perjudicará también a su pueblo que a partir de ahora ya no
tendrá derecho a la paz, ni al sosiego. Allá ellos, si sus actos no perjudicaran
a otros. Están en su derecho de elegir esa estrategia, pero desde luego no
tienen derecho alguno a exigir que el resto del mundo la comparta. Y desde luego
no la compartirán todas las personas que ansían la paz y respetan la ley.
Debe quedar muy claro que el pueblo judío y
los hebreos de todo el mundo no están representados por el gobierno israelí. Es
cierto que éste ha sido formado como consecuencia de maniobras políticas
electorales que pretenden representar formalmente a la mayoría de los ciudadanos
que habitan en aquel país, pero también es cierto que casi la mitad- y en
ocasiones más de la mitad- de los ciudadanos no apoyan la política belicista de
ese gobierno; grupos cada vez más numerosos repudian esa política. Debe quedar
muy claro que la opinión pública mundial tiene derecho a juzgar y a criticar
severamente el comportamiento del gobierno de Israel, sin miedo a ser tachada
por ello de antisemita o anti judío.
Debe quedar claro que el fundamentalismo de
un grupo fanático que comete crímenes contra la Humanidad (acciones de guerra
contra ciudadanos inocentes, devastaciones que provocan el desplazamiento de
cientos de miles de personas, bombardeos contra las poblaciones) le hace acreedor de la más severa
condena y debe ser llevado ante la ley internacional, pero debe quedar
igualmente claro que las acciones criminales de un grupo sectario no llevan a
condenar la idea ni la raza de las que el grupo procede.
Los cristianos hemos padecido el mismo mal.
Durante una época muy larga de la historia el cristianismo no se impuso por el
mensaje de paz y de amor, sino por la guerra, la destrucción y la conquista.
Los cristianos hemos sufrido a
nuestros fundamentalistas. Pero el hecho de que existiera la Inquisición, con
sus decenas de millares de ejecuciones (políticas) en la hoguera, no condujo a
la condena moral de los cristianos. Es más muchos cristianos sufrieron
persecución por denunciar los crímenes de los fundamentalistas católicos que
entonces dirigían la nave de Pedro. El paso del tiempo, la madurez política, el
triunfo de las ideas de libertad y de progreso permiten ahora enjuiciar muy
severamente a la jerarquía eclesiástica y no por esto es acusado nadie de
partidismo, ni de “crímenes contra la humanidad”, porque se trata de poner cada
cosa en su sitio.
Del mismo modo, el fundamentalismo islámico
que se refugia en sectas para responder con la violencia y matar a multitud de
inocentes no debe conducir a rechazar la práctica religiosa de los creyentes
musulmanes. La inmensa mayoría de los musulmanes quiere vivir en paz, de acuerdo
con sus vecinos y considera que la Guerra Santa es cosa del pasado ( aunque
también es del presente, si son provocados a ella, pues todo pueblo, y no sólo
el judío, tiene derecho a defenderse y a practicar la guerra justa, según la
definió Santo Tomás de Aquino, como respuesta a la
agresión).
Por lo tanto, y en consecuencia, en plano de
igualdad, los judíos no deben exigir privilegios que puedan ocultar o justificar
los crímenes de sus dirigentes.
El hecho de que los judíos hayan sufrido
persecución en los tiempos antiguos y en los modernos no justifica de ninguna
manera que el Estado de Israel se convierta en una máquina de matar a inocentes.
El “ojo por ojo” y el “diente por
diente”, por más que esté así indicado en las Sagradas Escrituras, no obliga al
mundo laico y sobre todo no es aceptado ni tolerado por los que piensan que la
bárbara costumbre de la ley del Talión fue abolida ya en tiempos remotos por
considerar que no resuelva nada, no repone la justicia, no consuela más que a
los amargados, y en cambio provoca más ojos sacados y más dientes extirpados.
Crean ustedes en lo que quieran pero no impongan a nadie el resultado mortífero
de sus creencias. La Ley del Talión es profundamente inmoral y carece de sentido
práctico. Sirve también para dar la razón al enemigo de Israel, pues si esta
agresiva nación – nacida con la violencia, producida por la violación del
derecho ajeno y establecida a través del robo de territorios- pregona su derecho
a defenderse sin respetar la ley internacional, también le asistirá el mismo derecho a
sus enemigos. ¿Qué cabe esperar de los padres de los niños libaneses asesinados
por los bombardeos? El ojo por ojo pregonado y santificado por Israel, les
llevará a matar o a justificar la matanza de niños israelíes. Generalmente las
víctimas son más generosas que los verdugos. La inmensa mayoría de las víctimas
calla, se acoge a la misericordia divina y no imita la maldad de los que le
provocaron tanto dolor. Ojala los judíos pertenecientes a un pueblo tan
acostumbrado a sufrir volvieran a dar ejemplo al mundo respetando el principal
mandamiento de la ley divina, válido para toda la Humanidad. No
matarás.
Eliseo Bayo