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Arturo Bosque


EXPERIENCIA MONÁSTICA

Por Enrique Gómez Lázaro



Carta abierta al Hermano Lorenzo Hernández, bibliotecario benedictino.

REAL MONASTERIO  DE SAMOS.

27620 SAMOS (Lugo).

Teléfono  982546O46

 

 

Amigo mío:

Yendo por las carreteras españolas me acordaba yo de la canción gregoriana MEDIA VITA IN MORTE SUMUS, "Muerte en la Flor de la Vida” (1). A  Jacinto,  agricultor,  le decía:

- Nos pasan todos los coches, incluidas las furgonetas.

- Déjalos Enrique, me respondía él tranquilo, nosotros llegaremos a donde haga falta.

¡Hermoso y potente coche!;  ¡responsable dueño y conductor!

Casi fui hasta vosotros por oíros cantar.  Sois regularcillos en canto, aunque extremados en sencillez y bondad. Claro que bastante hacéis en una comunidad de docena y media,   incluidas tres monjas.  Magnífico monasterio del siglo XVIII con restos góticos y bello emplazamiento en  el hondo de un bosque,  lamiéndole los cimientos el Sarria, un afluente del río Sil.  En tiempos, nos decíais, hubo ciento cincuenta, monjes.

En la despedida y después por teléfono me invitaste a pasar una temporada, incluso un año,  con vosotros.   Yo me acordaba de mi condis­cípulo en el Seminario diocesano de Zaragoza Lorenzo Blanco, músico de afición y profesión (2). Ya de niño perteneció a la Escolanía de los Infanticos del Pilar de Zaragoza.  Yo pensaba para mi: "Si fuese como, Blanco, aceptaba con gusto pasar una temporada con ellos; a ver si entre algunos monjes y gente con gusto y aptitudes del pueblo (300 habitantes) creaba una escolanía de canto  gregoriano en el Monasterio de Samos” (3).

En la mañanita del lunes, último día de estancia entre vosotros, dándome yo un paseo en torno al monasterio antes de desayunar,  una chica húngara,  que había pernoctado en vuestro albergue de peregrinos a Santiago,  me preguntó si podía ella oíros cantar.  Yo le respondí que  únicamente  en la. misa solemne del domingo podría hacerlo. Al ter­minar mi paseo pude volver a verla, sentada frente al monasterio y escribiendo, quizá preparando alguna licenciatura.

De los cuatro monasterios que visitamos en la provincia de Lugo, sólo el vuestro funcionaba como tal. Uno estaba convertido en Parador Nacional de Turismo.  Era sábado y en su capilla se celebraba una boda. Otro estaba en restauración.  Y el tercero, el más antiguo y muy pequeño (románico),  se medio escondía en una pronunciada ladera entre árboles imponentes. Algún cuidado tenía.

Lorenzo, será difícil que yo vuelva por allí.  Son 800 kilómetros lo que me separa.  Sólo podría, ir en invierno. (Sabes que tengo un huerto que atender. Por cierto,  tengo una foto con vuestro ochentón padre hor­telano).  Aquello es casi tan frío como Teruel. ¡Que te lo digan a, ti, canario!  Mi hermana, a quien tú dijiste por teléfono que yo te recor­daba a tu abuelo,  y mi cuñado me dicen: "Pues vete a pasar una temporada con ellos.  Sé que hay un tren de lujo que desde Zaragoza me llevaría de noche hasta Sarria, cerquita de vosotros. No sé, Lorenzo, no sé...

Reitera a tu Prior la gratitud y la admiración de este grupo que se hospedó tres días en vuestro monasterio: Los hermanos Martín (Luis y Jacinto); los Antonios (Galindo y Polo), todos ellos de la Ciudad de Cariñena; el leonés Víctor Ferrero, programador del viaje y fascinante guía; y este encinacorbero.

Nos dijiste a Galindo y a mí en la biblioteca que a ti también te gustaba escribir. A, mi me puedes escribir cuando quieras. Hace tiempo que no recibo una carta personal. Me encantaría. Puedes escribir para revista que tenemos instalada en INTERNET, los antiguos condiscípulos del seminario diocesano de Zaragoza, llamada SUBPORTICA. Tú me enviarías el artículo y yo procuraría ponerlo en ella. Sabe ya. que de los condiscípulos unos son sacerdotes, otros no (4).

Nada más, Lorenzo. Que el  invierno ya próximo no se ensañe contigo. Con todo mi cariño, un abrazo,

 

Enrique Gómez Lázaro.

 

En Encinacorba, a 29 de Noviembre de 2007.

 

 

(1) Su autor, el Padre Reiser, benedictino belga, quizá, hubiera prefe­rido otra traducción: "En el corazón de la vida,  llevamos la muerte".

(2) A los pocos días de volver de Samos -primeros de  julio- me enteré por un periódico de la muerte de mi admirado condiscípulo Lorenzo Blanco.

(3), Hace años que pienso que el CANTO GREGORIANO debería ser proclamado Patrimonio de la Humanidad.

(4)  En esta carta abierta animo a mis condiscípulos a visitaros.  Que se pongan en comunicación contigo.  Sepan ya, que las mujeres -de momento- no pueden hospedarse en el Monasterio.