¿Caricaturas
de Mahoma o |
Por Eliseo Bayo |
El hecho no
tiene nada que ver con la discusión sobre la libertad de
expresión, pues no es eso lo que está en juego, sino con la
guerra psicológica como un paso para la declaración de la
guerra devastadora
Lo que
está detrás de la burda provocación que ha conseguido inflamar
a los musulmanes más exaltados de todos los países es la
aceleración del conflicto para provocar cuanto antes la
proyectada invasión de Siria y el ataque militar a Irán
Las guerras de
religión no han cesado desde la aparición de las tres
religiones compitiendo por el mismo espacio físico.
Geopolíticamente todas ellas son expansivas, violentas y tienen
poco que ver con el mensaje espiritual que se les supone
Cuando en el
futuro los historiadores describan las consecuencias de la serie
de desastres que condujeron al fatídico choque de
civilizaciones, tendrán que referirse al minúsculo
episodio de la publicación de unas viñetas satíricas como un
detonante de la guerra. El Choque de
Civilizaciones, el infame panfleto de Samuel Hutington, no
habrá sido una profecía- imposible en la mentalidad
estructuralmente imperialista del escritor-, sino una
declaración de guerra cuyo cumplimiento se propició a través
de una serie ininterrumpida de pasos premeditados que incluyen
todas las vilezas de que está lleno el manual de la diplomacia
secreta.
A nadie
medianamente sensible a los acontecimientos del mundo se le
ocurrirá pensar que la publicación de las viñetas contra
Mahoma, divulgadas a través de un periódico intranscendente
pero en seguida reimpresas por medios de comunicación
importantes en Europa, fue obra de la impremeditación ni de la
zafia bisoñería de unos caricaturistas. No hay nadie tan
estúpido que a estas alturas desconozca el efecto de arrojar
gasolina a una zarza ardiendo.
El hecho no tiene
nada que ver con la discusión sobre la libertad de expresión,
pues no es eso lo que está en juego, sino con la guerra
psicológica como un paso para la declaración de la guerra
devastadora. Lo que está detrás de la burda provocación
que ha conseguido inflamar a los musulmanes más exaltados de
todos los países es la aceleración del conflicto para provocar
cuanto antes la proyectada invasión de Siria, quizás con el
propósito de encontrar las armas de destrucción
masiva que laven la desastrosa imagen de los que utilizaron su
fantasma como pretexto para invadir Irak. Por otra parte, el
planeado ataque militar contra Irán encuentra su coartada para
encubrir con él las grandes responsabilidades políticas de los
círculos anglo/norteamericanos, con profundas implicaciones
financieras que pasarían a segundo plano por el estallido de una
guerra que iría extendiéndose por todo el globo. Alí Jamenei
dijo que la publicación de las viñetas es una
conspiración de los sionistas para provocar una confrontación
entre musulmanes y cristianos. El ex presidente Rafsanyani
recalcó que se trata de un complot del mundo
occidental. Ciertamente los dirigentes musulmanes no están
a la altura de las circunstancias que amenazan con destruirlos
como pueblo, como religión y como Estados, porque no han sabido
crear las condiciones para no caer en ninguna de las trampas para
osos que cada día les ponen sus más calculadores enemigos. Los
dirigentes musulmanes principalmente de países árabes y
asiáticos son producto de la religión y utilizan la religión
para someter a sus ciudadanos, a los que tienen esclavizados y
moralmente destruidos por siglos de humillaciones y de derrotas.
A lo largo de la historia los occidentales los mataron, pero sus
dirigentes están enterrándolos vivos.
El llamado
Occidente se construyó sobre mitos con minúscula- es decir
sobre un cúmulo de falsedades históricas y literarias- y con
mayúsculas- para esconder las raíces de su procedencia-, como
un proceso duradero de la guerra mundial a fin de dirimir la
gobernación del mundo bajo un solo mando. La Globalización no
es invento de hoy, ni de anteayer, sino algo tan antiguo como el
sucesivo paso de las civilizaciones como sombras fugitivas
sobre el fondo de la caverna.
Occidente se hizo
cristiano para unificar políticamente los fragmentos del Imperio
romano y reemprendió la misión sostenida por éste de
conquistar el mundo conocido y por conocer. Su
enemigo principal era el Este, lo Asiático y la batalla no ha
concluido. Los conceptos más importantes de la religión romana
pasaron con otro ropaje a la religión cristiana. Los judíos
eran una raza aparte, nunca mejor dicho, que trataba de
sobrevivir en medio de los poderes de la época, confiados en un
Dios guerrero que de poco les sirvió. Han pasado como pueblo por
la historia de derrota en derrota confiando en la victoria final
(que es lo mismo a lo que aspiran sus enemigos). El Islam
apareció en escena como una operación geopolítica para
adueñarse del mundo a través de la fe: numéricamente es la
religión más extendida de la tierra.
Las guerras de
religión no han cesado desde la aparición de las tres
religiones compitiendo por el mismo espacio físico.
Geopolíticamente todas ellas son expansivas, violentas y tienen
poco que ver con el mensaje espiritual que se les supone.
Los creyentes,
los que aman a Dios bajo las más diversas advocaciones, están
apesadumbrados, tristes y perdidos en un mundo convulso. Ellos
saben que la religión no es política y que ninguna política
debe escudarse en la religión, por la simple razón de que hasta
ahora la política basada en la religión no ha conseguido hacer
felices ni libres a las personas. Obviamente quien esclaviza y
hace desgraciados a los hombres son la religión unida a la
política y al revés, la política unida a la religión: aspecto
en el que se hermanan todos los que buscan en la religión un
arma poderosa para destruir al contrario. No hay nada más
patético que el mensaje de los ejércitos enemigos llevando el
mismo estandarte: Dios con nosotros.
Desde que
apareció el Islam estuvo en guerra con el Cristianismo y con el
Judaísmo y al revés. Los pretendidos siglos de tolerancia
entre las tres culturas hay que ponerlos en
cuarentena, si se lee atentamente la historia, que no es otra
cosa que hechos de armas, conquistas, invasiones,
hecatombes, crueldades sin cuento.
Con los tiempos
modernos, con el desarrollo de la ciencia y de la técnica
y con el invento de la democracia, era de esperar el
advenimiento del reino de la felicidad, de la abundancia y de la
libertad. No ha sido así. Occidente demostró desde sus
balbuceos como principio de cultura y de civilización su
vocación imperialista de imponerse sobre los demás. Si leemos a
Polibio tendremos el mejor reportaje sobre lo que es una guerra
naval mundial, con la que empezó el invento de la civilización
occidental. El reino de paz que anunciaban sus
cruzados fue una sucesión de atroces conquistas de
territorios y de gentes a las que no se les dio una cultura
superior, sino que simplemente se les despojó de sus
creencias, de su idioma, de su organización social y de sus
tierras. Venció pero no convenció.
El choque
de civilizaciones pudo haberse evitado si en algún momento
de la cadena de acontecimientos que llevaban a los
distintos episodios de la guerra permanente, se hubieran impuesto
las corrientes de pensamiento que conducían a una división
nacional e internacional del trabajo basado en el intercambio
solidario. Ahora causa asombro escuchar a un político, Mariano
Rajoy, mofándose del planteamiento de una Alianza de
Civilizaciones. ¿Qué propone? ¿La guerra otra vez? ¿Es ese su
coraje religioso? La Alianza de Civilizaciones no es una
rendición incondicional, no es un suicidio colectivo. Y tampoco
es una trampa para matar a deshora. En cambio, el choque de
Civilizaciones es una declaración de guerra renovada.
Vuelvan a la historia, lean los libros de historia que ustedes
mismos han escrito, señores de la guerra, y vean cuántos
muertos, cuántos centenares de miles de campesinos y obreros
desarrapados, murieron bombardeados por ustedes en Marruecos, en
Argelia, en Egipto, en Siria, en Irak, en India y en China.
¿Qué amenaza significaban estos países para Occidente?
Hubo algunos
intentos de que las cosas fueran de otra forma, y de hecho casi
se consiguió. En los tiempos modernos, la humanidad casi tocó
con las manos la posibilidad de introducir un sistema de
economía política basado en aquellos principios de solidaridad
y justicia y que recogía las tradiciones anteriores, en los
venturosos días del nacimiento de la nación norteamericana y en
los afortunados contagios que supo infundir en el proyecto de la
libertad aduanera en Alemania, en la Rusia de las grandes
transformaciones a través de las infraestructuras y del
desarrollo de la ciencia y la cultura, y en el Japón de la
restauración.
Todos esos
momentos- profunda y verdaderamente espirituales, puesto que
buscaban la felicidad de los seres humanos en sistemas
económicos libres y justos- sucumbieron bajo el peso de las
botas del imperialismo usurero, del colonialismo, de las guerras
de religión y de la siembra de la discordia entre las naciones.
Aquella débil aurora de libertad fue ennegrecida por la pólvora
de los cañones que todo lo pulverizaron y que dejaron en
herencia sociedades enfrentadas, culturas incompatibles, sueños
constantes de revancha, nubes de fanatismo y una profunda maldad
instalada en el corazón de muchas gentes
Eliseo Bayo