PARA VIVIR LA SEMANA SANTA | Por JOSE-Mª ALCOBER |
Durante estos días vamos a contemplar y acompañar a Cristo en
su camino hacia le Resurrección: Dándose totalmente y dando su
propia vida, Cristo camina hacia su Plenitud de Vida, hacia su
Resurrección... a través su pasión y muerte.
Permitidme proponeros tres pistas para que les meditéis
personalmente :
1)
Acompañado y contemplando a Cristo durante estos días, no
miremos sólo hacia el pasado... Al contrario: Miremos a nuestro
mundo de hoy.... Y, en ese Cristo sufriente que
acompañamos, intentemos reconocer a todos los que sufren en este
mundo. En ese Cristo que sufre, fracasado, torturado,
insultado, injustamente tratado y maltratado, humillado,
abandonado de todos, asesinado; en ese Cristo aparentemente
abandonado incluso por Dios;... en ese Cristo podemos
reconocernos a nosotros mismos, y podemos reconocer a todos los
que sufren en este mundo, sea cual sea su sufrimiento: físico o
psicológico, enfermedades o depresión, accidente o
injusticia... El Jesús de la pasión es la imagen de cada uno de
nosotros; la imagen de todos los que sufren, los
asesinados, los enfermos, los hambrientos, los despreciados,
los abandonados, los injustamente tratados... Pilatos lo
presentaba diciendo: "Ecce Homo": "He aquí al
Hombre", al ser humano, tal como este mundo de pecado,
injusto y cruel, lo ha dejado,... tan diferente del ser humano
tal cual Dios lo quiere a su imagen y semejanza...
Y cuando nos
conmovamos ante Cristo Crucificado y ante su Madre Dolorosa,
dejémonos conmover por tantos crucificados como hay en el mundo
de hoy y por tantas madres dolorosas... No olvidemos que ese
Cristo que sacamos en procesión es el que nos dijo: Tuve
hambre y me disteis de comer... Y lo que hacéis a mis hermanos
los hombres, a mí me lo hacéis... No tiene
sentido compadecerse de Cristo Crucificado y de su Madre
Dolorosa, si no nos compadecemos de los crucificados y sufrientes
de hoy.
2)
Acompañando y contemplando a Cristo durante estos días,
intentemos también caer en la cuenta de una cosa
importantísima que se nos revela ahí : Que Dios no es una
especie de "Ser Supremo", que nos mira desde
"allá arriba". No nos mira desde allá arriba; sino
que, en Cristo, Dios comparte nuestra vida real, con todo su
cortejo de sufrimientos y dolores... Y esto significa que, en
nuestro vivir de cada día, Dios está con nosotros; y nos
acompaña a cada uno de nosotros, en todas las situaciones y en
todos los trances en los que la vida nos va poniendo... El Padre
Dios no quiere ni los sufrimientos ni la muerte de sus hijos: ni
la de Cristo ni la nuestra. Lo que el Padre Dios quiere, su
voluntad, es llevarnos a nuestra plena realización y a nuestra
total felicidad... Y por eso, en Cristo, Dios viene a compartir y
a sufrir en sus propias carnes nuestros sufrimientos, nuestros
fracasos, nuestras muertes de todo tipo... Y las
comparte, no para "sacralizarlas", sino para superarlas
y vencerlas desde dentro...
Así que, cuando yo
sufro, cuando estoy enfermo, cuando tengo una pena, una desgracia
o un fracaso, cuando yo muero,... ¡no estoy sólo!... Y no es
Dios quien me envía este sufrimiento, ni es él el que me está
castigando por algún mal que yo habría hecho... Lo que me
pasa, me pasa porque la vida es así y que así somos los
hombres... En ese trance en el que la vida me ha puesto, Dios
tampoco me está mirando indiferente desde un allá
arriba lejano. Al contrario: En Cristo muerto y resucitado
se me revela que lo que Dios hace es estar conmigo, compartiendo
mi sufrir, sufriendo conmigo; y que Dios está luchando conmigo
para hacerme vivir, incluso en esa situación dolorosa; y hacerme
vivir plena y totalmente, como Cristo y en Cristo... En todas mis
muertes y a pesar de todas mis muertes el
Padre Dios está conmigo, intentando resucitarme de
todas mis "muertes", sean del tipo que sean.
3)
Acompañando y contemplando a Cristo durante estos días, no
olvidemos pues que el Dios que se nos revela en Cristo
muerto y resucitado es el Dios Resucitador, el Dios de la
Vida... Lo verdaderamente importante y lo que realmente
celebramos estos días, no son los sufrimientos de Cristo, ni su
muerte. Sino su Resurrección, venciendo los sufrimientos y la
misma muerte... Dios no quiere la muerte, sino la vida, la
plenitud, la felicidad de cada persona humana... Para llevarnos a
esa Plenitud de Vida y de Felicidad, para llevarnos a Vivir
Plenamente, para eso se ha hecho hombre Dios... Y asumiendo
nuestra propia vida con todo su cortejo de muertes,
Cristo, desde dentro, nos está llevando ya a la Vida... El
Cristo Crucificado es digámoslo así Cristo
en Proceso de Resurrección.... Y en él, nos descubrimos a
nosotros mismos: también nosotros y el mundo estamos en proceso
de resurrección; en nuestras propias muertes, el
Padre Dios nos está ya resucitando progresivamente... Así que
en ese Cristo Crucificado intentemos contemplar ya en filigrana
al Cristo de Pascua : Plenamente Vivo, triunfador sobre la
muerte, glorioso, alegre, brillante de toda la gloria del Padre
... De ese Cristo también se puede decir: Ecce Homo:
este es el hombre y la mujer, tal como Dios los quiere... Este
somos nosotros, cada uno de nosotros, tal cual Dios nos quiere,
tal cual Dios nos está haciendo. Tal como Dios nos está
haciendo llegar a ser, por la acción del Espíritu en nosotros.
(ver II Cor 3,18; Col 3,3-4)... Este es también el universo
entero, que Dios está transformando (como dice Rm.8,18 y s.),
hasta que llegue a ser esos cielos nuevos y esa tierra nueva de
que nos habla el Ap 21.
A hacer que ese mundo nuevo y esos hombres nuevos vayan siendo
realidad ya en este mundo nuestro, a hacer crecer y
florecer Vida en nosotros y en las personas que tenemos a nuestro
alrededor, a eso es a lo que nos compromete nuestro acompañar y
contemplar a Cristo durante estos días.
¡A
Vivir de verdad y con mayúscula; y a hacer Vivir a los que
tenemos a nuestro alrededor!, que ¡Cristo está Resucitado y es
capaz de hacernos Vivir Plenamente como él!
JOSE-Mª ALCOBER